- Get link
- X
- Other Apps
- Get link
- X
- Other Apps
Una de las lecciones más grandes que he aprendido en la vida es a no compararme con nadie. Si me comparo lo hago conmigo mismo. Lo hago porque si veo que estoy mejor eso puede llevarme al orgullo y si no estoy mejor puedo entrar en una competencia innecesaria. Esa lección la he aplicado a mi vida pero un día se me olvidó y pagué dolorosamente hasta el día de hoy.
Hace varios años atrás yo estaba bien activo en el gimnasio. Iba tres o cuatro veces en semana. Allí conocí a varias personas e hice amistades. Allí aprendí que los hombres se miran mucho entre ellos cuando están en el gimnasio. Pa comparar. Había tipos con bíceps más grandes que los míos y más grandes que yo en general. Yo quería desarrollar masa y músculos así que fui poco a poco. Cada semana o semana y media podía añadir un poco más de peso en las repeticiones.
Un día estaba haciendo bench press. Era mi ejercicio favorito. Es día ví a uno de los muchachos haciendo bench con 200 lbs. Para ese entonces yo lo más que podía levantar en bench era 175. Pero ese día mire al tipo y Vi que pesaba lo mismo que yo y tenía mi misma estatura. Pensé "si el puede yo puedo también".
Le metí 25 libras más a mi barra y me metí pa hacer las repeticiones...solo.
Hice una, dos, y cuando iba por la tercera algo dentro de mi hombro izquierdo hizo "TAC" y casi no podía subir la barra con ese lado.
Puse la barra y me sobre el hombro. No sentía dolor al momento. Al par de días me molestaba el hombro y me dolía cuando trataba de hacer ejercicio. Decidí ir a un doctor y me sacaron placas. Tenía una lección en el área. Al día de hoy varios años después todavía me molesta esa área para hacer cosas.
Todo por compararme...
Tal vez yo hubiera podido llegar al peso de 200 y hasta pasar si seguía a mi paso. Con esa lesión aprendí una lección. Uno tiene lo que puede tener. Si puedes tener más el momento llegará pero tratar de adelantarse causa problemas y a veces daños. He aprendido a contentarme como dijo Pablo en Filipenses 4:11. La envidia daña a uno mismo. Lo recuerdo cada vez que siento molestia en ese hombro.
Ahora en otro plano hay que saber esperar en Dios. Si Dios quiere que uno tenga más tendrá más cuando Él quiera. Si nos adelantamos terminaremos mal.
Comments
Post a Comment